OPINION: Lo que sucedió en Washington nunca debe ser olvidado o perdonado.

Por Rob Lewis, Publicado originalmente en el Virginia Mercury (via PA Capital Star)
Nunca en la historia de esta nación hemos visto a turbas violentas intentar tomar y derrocar, dentro del mismĆsimo Capitolio, a nuestros representantes debidamente elegidos.
Peor aún, estos manifestantes fueron exhortados a hacerlo por un sociópata proto-dictatorial desesperado por aferrarse al poder presidencial por cualquier medio posible.
No se equivoquen: Lo que Donald Trump hizo al avivar a sus crédulos seguidores durante semanas con mentiras fantÔsticas sobre una elección robada y luego desatarlos el miércoles en el sancta sanctorum de nuestra república democrÔtica, es mÔs que vergonzoso. Eso fue un crimen mortal y la historia no debe olvidarlo ni perdonarlo.
El intento de golpe de Estado que los estadounidenses presenciaron ayer por la tarde cuando la CÔmara y el Senado comenzaban sus deberes constitucionales prescritos de certificar la victoria del presidente electo Joe Biden en el Colegio Electoral no fue algo que hubiéramos contemplado previamente como nación, al menos no hasta los últimos meses.
Esto pasarĆ” a formar parte de la eterna vergüenza de Estados Unidos, el que hayamos tenido a un presidente tan deshonroso que intentarĆa activa y continuamente subvertir la Constitución que juró preservar, proteger y defender hace cuatro aƱos.
Una hora antes de que la chusma comenzara a violar la seguridad del Capitolio, en un mitin de sus furiosos seguidores cerca de la Casa Blanca, el presidente redobló las mismas afirmaciones infundadas del fraude electoral que los funcionarios electorales, su propio ex fiscal general, y mĆŗltiples tribunales ā incluyendo jueces federales que el mismo nombró ā han rechazado repetidamente.
Sin embargo, antes de que Trump tomara el micrófono, el bufón de su abogado, Rudy Giuliani, incitó a las masas a un ājuicio por combateā.
A media tarde, el Capitolio estaba sitiado desde todas direcciones por una turba abrumadoramente blanca que portaba banderas de Trump, banderas confederadas y banderas de los Estados Unidos, que irrumpió las gran grandes escaleras dirigiĆ©ndose hacia el Capitolio ā sobrepasando a la lamentablemente insuficiente presencial policial ā donde rompieron los vidrios y entraron al recinto, desfilando ruidosamente por el Salón de las Estatuas y la Rotunda.
Se apoderaron de la cĆ”mara del Senado con un inĆŗtil posando impĆŗdicamente en la silla del presidente del Senado que el vicepresidente Mike Pence habĆa dejado vacante poco tiempo antes. En el otro lado del edificio, un escritorio habĆa sido presionado contra la entrada a la CĆ”mara de Representantes y los agentes de la ley apuntaron con pistolas desenfundadas a los cristales que los vĆ”ndalos rompieron. Una mujer murió de una herida de bala dentro del Capitolio, aunque los detalles del suceso no se hicieron pĆŗblicos de momento.
Los comentaristas de televisión preguntaron lo que millones de estadounidenses que miraban con horror ya se habĆan preguntado: ĀæDónde demonios estaba la Guardia Nacional? Esto no pudo haber sido una sorpresa para nadie. Esta asamblea en Washington, convocada por el propio Trump, habĆa sido anunciada desde hacĆa semanas. Y estaba claro, desde los dĆas previos al miĆ©rcoles, que esta horda tenĆa la intención, cuanto menos, de hacer un intento estĆŗpido e inĆŗtil, y violento en el peor de los casos. Lograron ambos, sin ser interrumpidos durante horas por nada parecido a una respuesta apropiada de las fuerzas del orden.
La policĆa del Ć”rea metropolitana de Washington, los oficiales de policĆa del estado de Virginia y Maryland y las tropas de la Guardia Nacional se apresuraron a llegar al Capitolio despuĆ©s de que el edificio habĆa sido ocupado violentamente, enfrentados con la tarea de expulsar intrusos de la propiedad inmobiliaria mĆ”s preciada de la nación, el mismo sĆmbolo y corazón de nuestra nación regida por la ley.
MÔs adelante habrÔ tiempo para encontrar un culpable y hacer que rinda cuentas quienquiera que se haya dormido en el trabajo. El mayor problema es cómo sucedió esto en los Estados Unidos en enero de 2021.
Esta es una nación gravemente dividida. Las diferencias polĆticas son reales ya que la energĆa dentro de ambos partidos presiona constantemente hacia los mĆ”rgenes opuestos del espectro polĆtico. Pero eso no es excusa. Nuestro paĆs ā nuestra Constitución ā fue construido para dar voz libre a esas ideologĆas en conflicto, asĆ como la infraestructura para resolverlas civilmente en nuestras legislaturas, nuestros tribunales y en nuestras elecciones.
Un paĆs no puede debatir entre sĆ si no puede estipular los hechos en cuestión. Nos hemos convertido en un pueblo cada vez mĆ”s despectivo, si no desdeƱoso, de los hechos, de la ciencia, de la ley y de la historia. Las (demostrablemente falsas) conspiraciones concebidas, nacidas y propagadas en internet se aceptan como verdad, mientras que la verdad frĆa y demostrable se descarta como ānoticias falsasā, a veces con resultados inquietantes.
Caso en punto: En diciembre de 2016, pocas semanas antes de que Trump hiciera su vacĆo juramento en el cargo, un hombre de 28 aƱos de Carolina del Norte armado con un rifle AR-15, una escopeta, una pistola y un cuchillo entró en una pizzerĆa de DC y comenzó a disparar por todo el lugar. Este hombre creyó una afirmación falsa de los medios de comunicación de la derecha alternativa difundida durante la campaƱa de 2016 que decĆa que Hillary Clinton era parte de una camarilla satĆ”nica global de pedófilos que operaba desde el sótano del restaurante. El hombre se rindió despuĆ©s de descubrir que el restaurante no tenĆa sótano y darse cuenta de que le habĆan mentido.
ĀæBizarro? Eso no es nada. Otras conspiraciones chifladas, entre otras cosas, alegan que numerosos lĆderes en todo el mundo son en realidad gente lagarto y el Aeropuerto Internacional de Denver es su portal intergalĆ”ctico; el alunizaje es un engaƱo al igual que lo es la pandemia de coronavirus; Barack Obama, ademĆ”s de haber nacido en Kenia, puede manipular el clima; miles de residentes muertos de Georgia votaron por Joe Biden en noviembre. Incluso la teorĆa de conspiración del PizzaGate, que se creyó desacreditada para siempre despuĆ©s del incidente de 2016, ha resucitado.
Si algunos de estos, como los votantes zombis de Biden en Georgia y la difamación sobre el lugar de nacimiento de Obama suenan familiares, es porque provienen de la boca burlona de este presidente caĆdo en desgracia. Estos han sido regurgitados obedientemente por sus aduladores acólitos republicanos que estĆ”n dispuestos a humillarse para recibir su bendición o son demasiado cobardes para enfrentarse a su intimidación vacĆa.
Esto es su culpa, integrantes del Partido Republicano, o al menos de aquellos de ustedes que le han facilitado las cosas a Trump o se han sentado en silencio durante años mientras Trump buscaba corruptamente acabar con cada institución significativa de la democracia para su propio engrandecimiento y avance insaciables.
Este es su momento para limpiar su partido de este vulgar cobarde y de aquellos que no solo aplaudirĆan sus delirios, sino que actuarĆan bajo sus caprichos sediciosos ā hasta llegar a lo impensable, lo cual sucedió ayer.
Muchos republicanos que han sido mis amigos durante dĆ©cadas han detestado a Trump desde el dĆa en que descendió por las escaleras mecĆ”nicas doradas de su torre de Manhattan para lanzar a Estados Unidos a una prolongada pesadilla. Ellos odian la violencia que ha dirigido a los genuinos ideales conservadores como la responsabilidad fiscal, el estado de derecho, la lealtad a nuestros aliados estratĆ©gicos históricos y hacer frente a los tiranos en el extranjero. Sospecho que despuĆ©s del miĆ©rcoles veremos a muchos mĆ”s renegar de Trump.
Pero, justo como esos republicanos de toda la vida han lamentado a lo largo de los aƱos, este es ahora el Partido Republicano de Trump ā una marca y una presidencia que, gracias al truco terrorista de ayer, serĆ”n referidas con infamia durante las próximas dĆ©cadas.
AsĆ que todo se reduce a esto, gente del Partido Republicano: Pueden terminar su relación cĆnica con el mĆ”s subversivo de los presidentes, o Ć©l los terminarĆ” a ustedes.
El mundo estĆ” mirando.
Bob Lewis es un columnista de Virginia Mercury, un sitio hermano de Pennsylvania Capital-Star, donde apareció esta columna por primera vez.
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